Tiene tu nombre mi poesía,
mis dedos suspiran
con el perfume
de tu piel de ayer,
guardo en mis labios
el carmín inaudito de tu risa,
y en mis ojos duerme
el vaivén de tus caderas juveniles,
pero sobrevivo gracias a esa risa
que aún no has olvidado
y que a mí me enloquece.
Hoy escuché el temblor de mis latidos
cuando tu exquisita voz
poblaba mi silencio,
y fui de mi ayer, inesperadamente
cuando bajo la luz de las estrellas
acariciaba tus callados besos
y tú oías el susurro de mis ojos…
Oír tu voz
me ha devuelto a la vida…