Juzgaste el dramatismo de mis ojos
con tu intuición de diosa artificial,
fingiste mirar mi rumbo
con tu piel de musa apócrifa,
con tu piel de musa apócrifa,
de efímera deidad;
y mi llanto perduró entre tus manos
al jugar con mis lágrimas adultas.
Por eso hoy,
mutilados se encaminan nuestros pasos
hacia horizontes no soñados
hacia mañanas ilusorias
sobre cabalgaduras etéreas,
esperando esas sonrisas
que nunca más reiremos.