Ya
no oyen tu risa mis pupilas
y
sin tu voz ensordecen mis silentes manos
tengo
huérfanas mis noches sin tu aurora,
ya
la penumbra apacigua esta condena.
Tu
luz ausente oscureció mi senda
y
me quedé varado en mí mismo
negándole
a mi olvido tus recuerdos
que
poblaron mi ayer de paz y dicha.
Pero
aún resuena tu mirada
en
mis tímpanos que adoran tu voz
mientras
me calzo una sonrisa,
para
no llorar al verme solo
en
este infinito laberinto
hasta
que tornes tú y todo calme.