tu risa y tus besos
para no morir sin ti,
cuando la tarde de la vida
tu cuerpo pulverice.
Dibujaré en mi alma tu mirada
y tu voz impresa en mis oídos
resonarán dotándome de calma
cuando ya no estés,
cuando la llama de la vida
extinga su ondear altivo
y diste de mis dedos
tu piel divina que venero.
Y si soy yo el que primero parto,
que así sea
que en tus oídos resuene mi reír
y en tu alma retumbe mi optimismo,
que se extienda
desde siempre hasta tu hoy
la alegría infinita de mis manos
que velaron por tu dicha sin cansancio
que así sea, amor, que así sea.
