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Recorro tu piel con mis ojos ansiosos
y poso serena tu imagen en mi alma
para acariciarla una y mil veces
como desde siempre
en algún verano.
Mis manos sedientas
de tu piel de diosa
viajan por tu hoy
viajan por mi siempre
cuando te recuerdo
ahí eres mía.
Diosa de mi edén,
reina de mis sueños,
espero una tarde
llegue con su ocaso
y tú en mis brazos
dispuesta a todo
viajes junto a mí
hacia el horizonte,
en donde las horas
son solo suspiros,
en donde el dolor
se extingue a sí mismo
mientras cabalgamos
sin dudas ni prisas
hacia esa luz
que juntos soñamos
una noche insomne
en que nos amamos.
A Mónica Madrid
Intento alcanzarte sin palpar tus miedos
retándole al tiempo que intenta alejarme
de aquellos latidos,
de tantos pesares
que esa noche febril nos dieron la calma;
mientras mis tímidos besos recorrían ansiosos
tu edén reciente
musa de mi ayer y de mi siempre.
Siento que tu aroma de diosa terrena
perfuma el silencio de mis dubitaciones
y deja que mi alma sedienta de ti
conjugue su dicha con una mirada
que vuelve a fundir mi alma con tu alma
como aquel verano que jamás olvido.
Pasó el tiempo
labrando con sus garras
mil surcos en mi piel
y guardé este “te amo”
jugueteando en mi memoria
hasta este instante
en que tus divinas manos
acarician mi hoy en la distancia.
Y entonces
late a prisa mi existencia
y palpita tu nombre en mi ser
cada instante,
poblando mi pesar de alegrías
llenando mi vacío existencial
con tu imagen real
hoy para siempre…
que unamos nuestros sueños en un beso
no será necesario
que rocen tus labios con los míos
ni que tu piel se funda en mis caricias.
La siguiente aurora
que nuestras ilusiones ansíen mil caricias
no será necesario
que rocemos nuestros cuerpos
como aquel ayer
que aún late en mis recuerdos.
Te dejarás llevar por mis palabras
y anclaremos nuestra barca en el instante
para mejor mirar el horizonte
y vislumbrar los pasos que seguimos
a través de la geografía inusitada
de todos esos sueños hechos carne.
Y amaremos el ayer y sus mañanas
con la misma vocación de este instante
a través del tiempo y sus recodos
sæcula sæculorum
amándonos
como tanto soñaron nuestros cuerpos.
Beso tus labios, hoy
aquí en este trecho de mi andanza
mientras me acoplo tembloroso
en la geografía intacta de tu cuerpo
para mejor viajar
volando por mis sueños.
Acaricio tu piel de diosa
con mis manos distantes de tu cuerpo
mientras ensayo una sonrisa
que contenga mi nostalgia,
cuando allá bajo la lluvia
deteníamos el tiempo
en la eternidad de un beso
que aún nos ata en mil recuerdos.
Avanzaba la noche
mientras tú y yo
asidos de la mano
poblábamos de besos
nuestra espera
allá,
un verano que no olvido
bajo la noche estrellada
allá,
lejos de este día y de tus ojos.
Tú,
divina como siempre;
mi miedo en ti,
deseando que esa dicha
sea eterna;
tú en mis brazos,
dejando tus segundos
en mis sueños
que aún laten a prisa;
mi perpetua espera,
rozando tu piel soñada
y tornándose eterna…
Hoy,
busco en un adiós
tu voz,
tu luz,
tu aroma,
tus caricias,
para seguir la pena resistiendo.
¿Recuerdas esta tarde
–a mil años luz–
cuando bajo la noche te amé apasionadamente,
cuando el silencio inmenso fue testigo
de la dicha que emanaba de tu piel de diosa?
No habrás olvidado la promesa que hicimos
sentados a la vera de un camino,
sedientos de un consuelo adolescente
de amarnos sin fronteras ni temores.
No habrás dejado volar mi voz
como yo que revivo tu risa cada instante,
no habrás dejado que este hoy sea hoy
y que un latido acelere tus recuerdos
y se posen tus labios en mi espera.
Si aún resuena mi canto en tus oídos
aquí estoy para amarte en silencio
y dejarme conducir hasta tu cielo
donde morar los dos eternamente.
Madreselva,
selva,
madre;
madre de todo lo creado,
dadora de augurios y aleluyas
fuente de lo tangible y de lo etéreo;
mis ojos se posan en tu calma
buscando solución a mis pesares,
tratando de sentir lo que mis manos
intuyen en lo adverso y en lo ignoto.
Eres la fuente vital,
oh, madreselva,
selva vital;
alimento primigenio
que nos induce a la vida,
eres el eje de los actos cotidianos,
la médula espinal de lo existente;
sin tu mirar el día sería noche,
sin tu latir la dicha solo llanto
y este pedazo de “barro pensativo”
no hubiera visto el tiempo
polvo al polvo.
Ven en mi auxilio, mujer bendita,
madre de mis retoños;
tú que pueblas mis recuerdos,
tú el lucero
que guía mi andar en la penumbra.
Tú que una tarde de febrero
sembraste en mi alma tu luz
dejando que mis manos te tienten
y mi piel se funda en tus besos.
Tú que una noche cualquiera
me diste tu amor
y mi calma no es calma si tú no estás
si no me acaricias ni besas mis labios…
Tú, Dulcinea real, mi diosa, mi todo,
socorre mi hoy que espera tus besos
socorre mi angustia que añora tu voz
esa voz que diga otra vez
ese te quiero en un murmullo
que nace de tu alma y se pose en mis días.