15 may 2009

ÁNGEL ROMANO GARCÌA, EN ESPEJO DE PAPEL

POESÍA LIBRE DE

ÁNGEL ELIO ROMANO GARCÍA


Prefacio


La singularidad con la que escribe Ángel Romano, convoca los sentimientos más sublimes de cualquier mortal que se atreva a leer estos tiernos versos: el amor maternal.

Cual partitura poética que busca reproducir los ecos misteriosos de un alma agradecida, así discurren por este ramillete lírico, los versos de este singular poeta juvenil, que hace de la escritura su baluarte frente a la adversidad y al destino mismo.

Hay un humor tierno en los escritos de Ángel Romano, un humor que se torna básico para entender su devenir, su poesía y porque no, su vida misma.

En estas páginas minúsculas estamos ensayando una escritura estética, apostamos sin jactancias por la publicación de los primeros trazos de futuros escritores diestros, si se dedican a la escritura con el empeño que se merece; porque el talento ya está demostrado en cada uno de estos versos, el resto es cuestión de dedicación y voluntad.



LIBRO ABIERTO



¡El futuro es un enigma,
el pasado un libro abierto!
En los ojos de la madre,
un infante, mil proyectos
¿Quién sujeta aquella pluma?,
¿Quién pone título al cuento?

¡El futuro es un enigma,
el pasado un libro abierto!
al amor nadie lo escoge,
es Cupido un niño inquieto,
lanza flechas a siniestra,
tú diste a diestra en mi pecho.

¡El futuro es un enigma,
el pasado un libro abierto!
yo amante veo en tus ojos
e interpreto tus silencios
pero en tus labios va dormida
la respuesta que yo espero.

¡El futuro es un enigma,
el pasado un libro abierto!
son tus manos que conducen
a estribor, hacia buen puerto,
ve contra viento y marea
¡iza velas!, ¡bate el viento!

¡El futuro es un enigma,
el pasado un libro abierto!
que al anochecer de la vida
toques arpas, pintes lienzos,
que la muerte al quitar pluma
escriba fin y no hayas muerto.


EPÍSTOLA QUE AÚN NO LEE EL GATO

¿Por qué lloras gato esquivo?
¿Por qué maúllas en los techos?
¿Por qué conmueves las almas?
¿Por qué motivas mis versos?

¿Por qué tu sonrisa es parca?
¿Por qué tus orejas caídas?
¿Por qué tus noches tan solo?
¿Por qué tu vida un martirio?

Si el amor es ajeno
si las sonrisas apóstatas
si tu pelaje raído
si tu tejado es de luto

Acuérdate gato errante
que siempre habrán más caminos
que a tus espaldas desnudas
el sol anuncia los días.

Si en las noches hay ruidos
que no te dejan dormir
tal vez sean las canciones
que un día has de escribir.

Hoy te escribe el pericote…


YO NO VERÉ ESTA CASA

Yo no veré esta casa,
me dijo un día mi abuela,
convertida en un palacio,
en una mansión egregia.

Mis ojos no verán
la belleza del acabado
firme del cemento;
pero ustedes recordarán
con ternura la tosquedad del barro,
el calor de mi adobe
que los cobijó tantos años,
la madera que aguanta
el peso del techo
sin importar las polillas.

La vieja casa quedará en sus mentes
y añorarán volver a ella;
cuando sus brazos fuertes
que hoy trabajan sin tregua,
hayan logrado para sus hijos
una mejor vivienda.

En esa casa, el primer ladrillo, serás tú abuela,
la primera columna y la primera piedra;
porque en nuestra casa desde la primera estera,
contiene tus latidos; querida y dulce abuela.


A MI ABUELA

Allá lejos, tan cerca, está la plazuela,
mirando… conteniendo un suspiro
dejando que su emoción la vuelque hasta tu puerta,
de la que ya no saldrás por las tardes.

La estancia ya ha olvidado el sonido,
de tus pequeños y lentos pasos conmovidos
por la emoción al cruzar las huecas calles;
que ahora dejas huérfanas.

Y la iglesia, que ahora está más vacía,
que ahora se ve más grande,
que ahora se ve más fría,
espera con ternura a la devota,
a la anciana que la barría de mañana,
rezándole a Santa Ana, madre de Santa María.

Y los ojos del prelado, recorren
las bancas nostálgicas, buscando en la cuarta fila
el sitio que ha quedado vacío,
mientras oficia la misa, del domingo por la tarde.

Y tus hijos que ahora rugimos el pecho,
fuera del nido estirando el cuello,
buscando el alimento;
levantando los hocicos al cielo,
por la leche materna,
conteniendo un suspiro…
mirando hacia tu puerta.


DICHOSA SUERTE

Dichosa suerte de Sócrates,
de perennizarse con la cicuta,
con el alma agonizando entre las brasas
de la fogata ya exhausta y extinta.

Yo por mi parte padezco,
bebiendo esta ambrosía a gotitas,
que desgarra mi alma a hincones,
que me tortura pero no liquida.

Y de aquí compadezco a Prometeo
y lo entiendo cual hermano,
condenado a ser devorado
y a regenerarse para ser mortificado
y ¿por qué no se apiada la muerte?
Y ¿por qué no nos extiende la mano?

Hoy quisiera volar como Ícaro,
ir al cielo agitando ambas manos,
ver a Dios con lágrimas en los ojos
admitir que soy solo un humano.


EL ÚLTIMO GRITO DEL SOL

El último grito del sol
se escapó como un fragor
como un suave qari churichay
al ocaso del corazón.

El último grito del sol
desde el Ande se escuchó
cual sublime oración
que a sus hijos arengó.

A sus hijos desterrados
por la cruel marginación
por ganar el alimento
para el wawacha menor.

Y aunque ahora él está lejos
y le duele el corazón
algún día nuestra raza
con el Inca vencedor
danzaremos la victoria
y volverá a brillar el Sol.


ELLA

El mundo no gira
alrededor de ella,
pero a la vez, sin ella,
pareciera no girar;

Antes,
la vida por sí sola era bella;
desde que la conocí,
sin ella,
no tiene sentido vivir.

Dicen pues,
que toda mujer es bella,
si es así entonces ella,
es dos veces mujer.

Bien amar,
mal amar,
¿qué escoger?
si en mis noches es ella,
la palabra más bella,
simplemente mujer.


LA GUITARRA Y SU AMANTE

Él espera la noche,
ella espera la luna,
y sus ásperos dedos
la tocan desnuda.

Ella entrega sus cuerdas,
su silencio y su vida,
desde la nota más grave
hasta la más aguda.

Sus almas se unen,
y el amor aparece,
se encarna en las notas,
en la voz triste y cruda.

Se consumen sus trastes
su obsesión los liquida
ámense los amantes,
quede la noche muda.


EN LAS PUERTAS DEL INFIERNO

Que frío hace aquí
en las puertas del infierno,
vientos huracanados
lanzan llamas por sus puertas,
labradas todas ellas
con demoníacas ofensas,
mientras las llamas agresivas
devoran nuestras conciencias.

Mis ojos van cerrados
como viendo hacia mí mismo,
sombras, solo sombras,
entre llamas, entre llantos;
y llorando a las puertas
con las lágrimas que queman,
no sé cómo di a parar
aquí abandonado del cielo.

Quise alzar mi mirada
viendo al dintel de las puertas,
y gritar botando el llanto,
el rencor y los anhelos,
pero ante el rosal de fuego
que sale de las puertas,
caigo de rodillas a ladridos y sin fuerzas,
ante un concierto de fuego
tocado por fúnebre orquesta.