Cantaba la noche veraniega
en que tus manos de seda
acariciaron mi silencio,
mientras mis taciturnos ojos
captaban tu horizonte
que hoy recupero en estos
versos.
Oh heroína que luchas
en espejismos ignotos
de mi ayer adolescente,
no hubo noche
en que no te adueñes de mis
sueños,
y hoy, te reclaman sin derecho
mis ojos de hombre ensimismado.
Ya acabo esta luz anual
y entre suspiros quedos
me llega tu voz
imaginariamente
y se posa en mi inquieta dicha
e inunda de esa paz que me
hace falta,
de esas noches de tertulia,
de esa contemplación perenne
que me ató a ti hasta este
instante.