Me indigna el silencio que calla esta ignominia.
Han lapidado en tus aguas la esperanza
han teñido el susurro en tus arroyos,
han quebrantado tu paz, tu amor, tu vida;
no vislumbra mi enojo el dolor de tu silente entraña
mientras perece tu risa ante mis ojos.
¿Qué le diré a tu sed y a tu hambre?
¿Qué a tus sinsabores y desdichas?
¿Qué argumentaré frente a tus fatigados hijos?
¿Qué le diré a la noche, qué al día?
¿Cómo he de mirar a tus pupilas lacrimosas
mientras la fetidez puebla tus ríos?
¿Cómo voy a beber y alimentarme en paz
si tú ya no tienes calma ni alimento?
Mientras los que gobiernan tus riquezas
yerguen sus voces para fingir denuncias
tu llanto embetunado me recuerda
que en ti tengo un hermano agraviado
que espera oír mi voz cerca a tus ojos…
¡Hermano, tu dolor es mi agonía este día!