14 jun 2015

VAIVÉN


Así fue lo nuestro:
un día sí, 
otro, sabe Dios qué me esperaba;
y la noche juzgando mis errores,
y la tarde esperando inútilmente,
que llegues hasta mí…

Pero la brisa del mar
se apoderó de mis sentidos 
y me hizo expeler mis amarguras
a pesar que supe que me hería.

Hoy, mis ojos recrean
el vacío sepulcral
de esta ciudad sin nombre
que me induce a morir de nuevo.

Entonces, dejo de gimotear
y en un intento por darme valentía
grito tu nombre:
el ruido de la vida no te dejará oírme…