Madre del pueblo
en cuyo rostro resumido
está el dolor de las madres de la Tierra,
¿qué espera tu soñar
sentada a la vera de la vida?
Tú conquistas el pan de cada día
con el ardor infinito de tu frente,
no hay mensaje que te augure esperanzas…
Y la sórdida mañana de este julio
no te anuncia un anhelo,
todo la perorata tintinea monótona
y te sabe a lo mismo
como el pan de tu hambre y de tu espera;
mientras te calzas las manos cotidianas
para abrir los surcos de la vida…
Y el atisbo inocente de tu crío
le insta al horizonte un suspiro
mientras flamea el pendón
de su infantil confianza
y entonan tus huesos
de heroína cotidiana
las sagradas notas de tu lucha
de hacedora perenne y olvidada
de cada logro de nuestra historia.
Mientras perpetúa tu dolor
este capítulo ejercido,
despojo mis creencias
porque te ven sufrir
mi alegría y mi canto,
y avanzas sin saber de regocijos
por el edén prohibido a tus ojos
para hacer viable los caminos
que den seguridad a nuestros pasos.
